Las mejores playas e islas para disfrutar de un verano en Japón. - Aguas cristalinas, fina arena blanca y exuberante naturaleza son las principales características de las playas del país nipón. Con el inicio de la temporada de verano y con ello, de las merecidas vacaciones, Japón propone disfrutar de los innumerables rincones que ofrecen sus islas coloreadas por aguas azules y de la multitud de actividades que realizar (desde snorkel, submarinismo, paseos en kayak, senderismo, rutas en bici y un largo etcétera). Un plan ideal para familias y amigos, e incluso, para parejas que quieran disfrutar del Japón más romántico.
Okinawa y las islas del suroeste. - Podrían ser catalogadas fácilmente como “de otro mundo” por la belleza admirable de sus islas semitropicales que le rodean, sus arrecifes de coral, sus tonos azules y sus aguas cristalinas.
Playa de Yonahama Maehama. - También conocida como “La playa más bella de Asia”. Ubicada en la isla de Miyakojima, durante tres años consecutivos (2013-2015) se ha situado en el primer puesto de “Las diez mejores playas de Japón” de TripAdvisor. Sus 7 kilómetros de playa de finísima arena blanca permiten disfrutar de unos días la mar de relajantes con sus preciosas panorámicas y el sonido del mar de fondo.
Además, el color verde que caracteriza a las plantaciones de caña de azúcar junto a su mar esmeralda conforma una postal de cuento. Un paraíso tanto para nadadores y buceadores como para todo aquel apasionado de los triatlones, ya que todos los años en abril se celebra un triatlón internacional.
Puente Irabu-ohashi. - El puente más largo de Japón conecta la isla de Miyakojima y Irabujima y desde donde se observa una preciosa gama de colores azules y verde esmeralda.
Playa de Nishihama. - Fue reconocida en 2016 como la segunda mejor playa de Japón. En esta playa de más de 12km cuadrados se disfruta de un ambiente tranquilo tanto a la luz del sol practicando la técnica “vuelta y vuelta” como a la luz de las estrellas donde se observan las mejores constelaciones y marcos nocturnos. Además, se encuentra localizada en isla de Miyakojima, donde no existen los semáforos y pasear en bicicleta será otra atractiva forma de conocer sus bellos paisajes.
Playa de Kaiji-hama. - Es la playa con arena en forma de estrella. Un lugar ideal donde el viajero se quedará fascinado por la peculiar forma de la arena y por las curiosas rocas que se encuentran en el agua. Perfecto para disfrutarlo con la familia, amigos o pareja.
Bahía de Kabira. - Espectacular destino contres estrellas en la Guía Verde Michelín por la belleza de sus paisajes. Así lo describe la citada guía: “Al norte de Ishigaki, las aguas de la idílica bahía de Kabira están pobladas por impresionantes mantas rayas que atraen a numerosos submarinistas. Sus arrecifes albergan la mayor concentración de corales de Japón, con más de 215 variedades. El lugar es conocido asimismo por el cultivo de la perla negra. Podrá dar un paseo en un barco con fondo acristalado o disfrutar de la playa de Sukuji, al oeste y con numerosos equipamientos”.
Las islas Kerama-jima. - Un destino top para practicar buceo. Sus aguas cristalinas de color esmeralda están rodeadas de una naturaleza verde son su característica principal y uno de sus principales atractivos turísticos. La isla más grande se denomina Tokashiki-jima y destaca por sus largas playas de arena blanca salpicadas con coral.
Isla Amami-Oshima. - Isla semi-tropical en el archipiélago de Ryukyu (también conocido como las Islas Nansei. Ōshima literalmente significa isla grande, y es la mayor de las islas Amami. Se encuentra aproximadamente a mitad de camino entre las islas de Okinawa y Kyushu y se caracteriza por ser un destino top para practicar buceo debido a la gran variedad de colores de sus aguas cristalinas, sus peces tropicales y sus corales.
Por su parte, las islas del centro también cuentan con playas caracterizadas por su belleza y su amplia oferta de actividades:
Playa Chirihama. - Para disfrutar en cualquier época del año. Repleta de color y cambiante en las distintas estaciones, turística y activa, son algunos de los adjetivos que la definen.
Playa Hakuto. - También conocida como la “playa del conejo blanco” por una leyenda ancestral, es un destino ideal para los amantes del buceo y la fotografía que quieran ilustrar bellos atardeceres. Se trata de una playa virgen donde el visitante también podrá ser testigo de los métodos de pesca tradicionales japoneses
Playa Goshiki-hama o playa de 5 colores. - Es ideal para contemplar románticos atardeceres. Caminar por la larga playa denominada Sunset Line, que se extiende sobre 2 km de guijarros de colores, hará las delicias de los que quieran disfrutar de la costa nipona.
Playa Kochi. - También denominada como “El río espejo” por sus cristalinas aguas. El viajero podrá degustar un rico pescado fresco que hará las delicias de cualquier gourmet o disfrutar del Festival Yasakoi-Matsuri celebrado en agosto. Gastronomía, ocio, relax… ¡la combinación perfecta de vacaciones!
Descubre el hermoso pueblo de pescadores en Wakasa-Wada. - A un corto trayecto en tren de la famosa ciudad de Kioto, se encuentra la hermosa ciudad costera de Takahama, en la prefectura de Fukui. Takahama es famoso en todo Japón por la impresionante agua azul clara certificada en la Bandera Azul. Pero la ciudad de Takahama tiene sus raíces como un pueblo de pescadores y todavía mantiene la atmósfera pacífica de la aldea de pescadores.
El muelle para los pescadores locales de Takaham se encuentra a pocos pasos de la playa de Wakasa-Wada, por lo que es un gran lugar para explorar si desea descansar de actividades como SUP o SUP Yoga. Si eres un ávido pescador o simplemente un principiante, Takahama tiene una gran área cerca del mar donde puedes lanzar tu vara.
Mientras caminas por el área veras equipos de padres e hijos haciendo todo lo posible para sacar una captura del mar, así como a diversa gente que pasan el tiempo en una conversación amistosa. El área de pesca está cerca de la playa de Wakasa-Wada, lo que significa que, si tiene un poco de suerte, puede regresar fácilmente a la playa y relajarse. Pero basado en la experiencia de otros, diría que sus posibilidades de tener una experiencia de pesca exitosa son bastante altas.
Mientras caminas por la zona de Wada encontraras un santuario muy tradicional y pacífico. Los jardines están llenos de objetos interesantes, especialmente divertidos de explorar si te interesa la historia japonesa. Si estás listo para la caminata, puedes subir las escaleras hasta el Santuario Atago que te dará una vista de pájaro de toda el área de Takahama, sería genial si estás interesado en obtener algunas fotos de paisajes.
El distrito pesquero de Wada de Takahama es un gran lugar para visitar durante su estancia en la zona. Si le interesa la pesca o los santuarios japoneses tradicionales, el distrito pesquero tendrá algo para satisfacer sus intereses. Confío en que esta área tiene mucho más por descubrir, ¡especialmente si estás buscando probar algún pez globo!
Fácil acceso a Takahama desde Kyoto. Desde la estación de Kioto, toma el Expreso Hashidate hasta la Estación Ayabe, en el Traslado Ayabe a la Línea Maizuru y toma el tren a la Estación Higashi-Maizuru, desde allí toma la Línea Obama hasta la Estación Wakasa-Takahama. O tome la línea JR Maizuru a Higashi-Maizuru directamente, luego la línea JR Obama a Wakasa Takahama. Duración: aprox. 2 horas, costo: aprox. 4.400 yenes.
La pesca con cormorán, una tradición de verano. - La pesca con cormorán, en que se usan antorchas encendidas como reclamo y luego se atrapa a los peces con cormoranes adiestrados, es una actividad típica del verano japonés. Te presento la historia de esta práctica ancestral y la vida de sus pescadores, humanos y animales, en el enclave donde es más conocida, el río Nagara de la prefectura de Gifu.
Al caer la noche en la ciudad de Gifu, a unos 30 kilómetros al noroeste de Nagoya, una bengala se eleva sobre la superficie del río Nagara. Al fondo se erige el castillo de Gifu, en la cima del monte Kinka (antiguamente llamado Inaba), a 329 metros sobre el nivel del mar. La luz en el cielo nocturno marca el inicio de la pesca con cormorán.
La pesca con cormorán o ukai del río Nagara (Gifu) es un método que consiste en navegar río abajo en una barca con varios cormoranes atados y soltarlos en el agua para que pesquen. Los peces que nadan en el fondo del río emergen sorprendidos por el reflejo de la antorcha que la barca lleva en la proa, y es entonces cuando se suelta a las aves para que los atrapen. Aunque los cormoranes tienen el hábito de engullir los peces enteros, una cuerda atada al cuello les impide tragárselos y, cuando los pescadores los estiran de nuevo hacia la barca, les hacen expulsar la pesca que llevan en el gaznate.
En la actualidad la pesca con cormorán se practica en doce puntos de Japón, del río Fuefuki de la prefectura de Yamanashi hacia el oeste. La tradición en el río Nagara de Gifu acumula 1.300 años de historia, pero la práctica en sí se remonta a mucho antes: aparece documentada en los dos libros de historia más antiguos de Japón, el Kojiki y el Nihonshoki, del siglo VIII, e incluso en textos chinos del siglo VII como el Libro de Sui y el capítulo dedicado a Japón de la obra Encuentros con los bárbaros del este.
Existen indicios de la práctica de la pesca con cormorán en otras partes del mundo. En excavaciones arqueológicas chinas se han hallado ladrillos que datan de los siglos I y II con pinturas que supuestamente representan esta actividad. También se han hallado pinturas que se cree que ilustran la pesca y los cormoranes en ruinas egipcias y alfarería peruana de antes de Cristo. Se dice también que en el siglo XVII Jaime I de Inglaterra copió esta tradicional técnica pesquera de China. Hoy día, sin embargo, solo se conserva en Japón y en una parte del gigante asiático.
La pesca con cormorán japonesa es algo distinta de la china. Mientras que en China se utilizan cormoranes grandes endémicos que se crían domesticados, en Japón se usan cormoranes japoneses migratorios que se cazan y se acostumbran al contacto con humanos. Los cormoranes japoneses se capturan en los acantilados de la costa de Ishihama, Hitachi (prefectura de Ibaraki), mientras reposan en su ruta migratoria, para luego enviarlos a demanda a los pescadores de todo el país.
Yamashita Tetsuji, pescador del río Nagara, se levanta siempre muy temprano. Su jornada comienza trasladando a dieciocho cormoranes de las cestas de bambú donde pasan la noche a las jaulas de malla metálica donde pueden estirar las alas durante el día. Al atardecer da de comer a los pájaros y los vuelve a meter en las cestas de bambú que les sirven de gallinero. Yamashita ejecuta esta rutina los 365 días del año, sin descansar ni uno solo. Ese es el destino de los pescadores con cormorán, que trabajan con criaturas vivas.
Los pescadores con cormorán se conocen generalmente como ushō, ‘maestro de cormoranes’. Yamashita y todos sus compañeros del río Nagara, sin embargo, portan el título oficial de shikibushoku ushō, ‘maestros imperiales de cormoranes’, es decir que trabajan para la Agencia de la Casa Imperial. Los pescadores con cormorán servían a la clase dirigente desde antes del período de los Estados Guerreros (1467-1568).
Tras la Restauración Meiji de 1868, la prefectura de Gifu presionó para salvar la pesca con cormorán de la desaparición, y en 1890 la Agencia de la Casa Imperial otorgó a los pescadores del gremio el título de proveedores imperiales. El tatarabuelo de Yamashita, Kyūhei, fue nombrado subjefe de los pescadores en aquel momento. Tetsuji heredó el título imperial a los 32 años en 1987, cuando su padre Zenpei falleció súbitamente, y ahora es el decimonoveno hombre de su familia en recibir el nombramiento.
El título de pescador imperial, que sigue siendo hereditario en la actualidad, solo lo conservan seis familias en Gifu y tres en Seki, localidad situada en un tramo superior del río Nagara. Estos pescadores ofrendan a la Casa Imperial ocho veces al año con ayu pescados en una zona del Nagara normalmente vedada.
Los pescadores acarician a los cormoranes cada vez que los sacan de las cestas o los vuelven a meter en ellas. “Haciendo esto a diario logro que se acostumbren a mí”, aclara Yamashita. Este ritual también permite a los pescadores evaluar el estado de salud de las aves y decidir cuáles van a usarse para la pesca cuando es temporada.
¿Por qué se usan los cormoranes para pescar? En Japón se dice de las personas que tienen buena vista que poseen “ojos de cormorán, ojos de halcón”, en referencia a la agudeza visual de estas aves. En el agua nadan a una velocidad de entre 3 y 4 metros por segundo, más rápido que los peces a los que cazan. Gozan de un apetito tan voraz que han diezmado la población de peces de río de todas las regiones de Japón. Y lo más importante: se acostumbran rápido al contacto con los humanos. Esta serie de características son las que permitieron el desarrollo de la pesca con cormorán.
“Los cormoranes tardan alrededor de medio año en acostumbrarse a los humanos y luego medio año más en adiestrarse para la pesca”, comenta Yamashita. Para enseñar la técnica pesquera a los nuevos pájaros, se los mezcla poco a poco con los veteranos en la rotación. Los cormoranes salvajes tienen una esperanza de vida de entre siete y ocho años por lo general, llegando a diez a lo sumo, pero los que viven con pescadores viven más tiempo. El cormorán más longevo de Nagara tiene ahora veinticinco años, y algunos antes que él han llegado a superar los treinta.
“Cuidamos de los cormoranes que vienen aquí hasta que mueren. Son como de la familia”, afirma Yamashita. Su esposa Yuriko explica entre risas que la vida del marido gira en torno a las aves: “Desde que nos casamos nunca hemos ido juntos de viaje y, si sale con los niños, no puede ir muy lejos porque a las tres de la tarde tiene que estar de vuelta para cuidar de los cormoranes”.
Los pescadores con cormorán son profesionales autónomos que deben asumir los gastos de adquisición de los cormoranes, la vestimenta y la barca de pesca, el sueldo de dos barqueros y la leña para el fuego de la antorcha. A los pescadores imperiales, además, el título solo les proporciona un estipendio de 8.000 yenes al mes por parte de la Agencia de la Casa Imperial. Sus principales fuentes de ingresos proceden de la agencia de turismo local y del Ayuntamiento de Gifu.
Antes los pescadores con cormorán obtenían un volumen de pesca suficiente para venderlo en la lonja de Gifu, pero ahora no es lo bastante abundante. Con todo, el ayu conserva una relación inquebrantable con la pesca con cormorán. Este valorado pez autóctono de Japón estaba sujeto a un impuesto especial desde antes del periodo de los Estados Guerreros. Y la pesca con cormorán se ha protegido a lo largo de los siglos precisamente porque se especializa en el ayu.
Los cormoranes dejan marcas del pico en los ayu al pescarlos; esas características muescas son la prueba de que se han pescado con cormorán y elevan su precio automáticamente. “Mientras que los ayu que se pescan con red mueren lentamente, los que se pescan con cormorán mueren al instante por la presión del pico al agarrarlos y por eso son más frescos”, aclara Yamashita. La temporada de pesca con cormorán dura del 11 de mayo al 15 de octubre, que es cuando los ayu regresan del mar a su origen en el río Nagara. El resto del año es fuera de temporada para los cormoranes.
Hasta hace unos cincuenta años, los pescadores con cormorán vivían con las aves en sus barcas y, fuera de temporada, las alimentaban con peces de otros ríos. Lo hacían para no agotar la pesca de un único río y para evitar disputas con otros pescadores.
Hoy en día la alimentación de los cormoranes consiste en los peces pequeños que logran tragarse al pescar a pesar de la cuerda que tienen alrededor del cuello y en otros peces que reciben como recompensa al final de la jornada de pesca. Los que no salen a pescar comen lorcha de Okhotsk (hokke) congelada, que es también la dieta de todos los cormoranes fuera de temporada; gracias a eso los pescadores ya no se ven obligados a vivir en la barca fuera de temporada. Aun así, los cormoranes deben cuidarse todos los días, incluso fuera de temporada. Además, entre reparar las barcas y los equipos, cortar la leña para el fuego y elaborar las vestimentas para pescar, los pescadores no tienen tiempo para descansar ni cuando terminan los meses de pesca.
Trabajar como pescador con cormorán, ocupado permanentemente con el cuidado de los pájaros, no debe de parecer un oficio muy atractivo para los jóvenes de hoy en día. Sin embargo, Takeshi, el menor de los cinco hijos de Yamashita y único varón, de 20 años, parece decidido a seguir los pasos de su padre en un futuro cercano, aunque no lo confiesa de palabra. El resto de las familias de pescadores de la zona tampoco se muestran preocupadas por la sucesión.
“Me siento orgulloso de proteger la larga historia y la tradición de la pesca con cormorán”, declara Yamashita. Y, al parecer, ese orgullo está destinado a seguir heredándose en las generaciones venideras.
Y como aperitivo, del cual hablare más adelante
¿Qué son las Ama, las enigmáticas "sirenas" recolectoras de Japón que luchan por no desaparecer? - Kimiyo Hayashi se sienta para calentarse junto al fuego dentro de una cabaña acariciada por la sal y protegida por paneles en la bahía de Ago en Japón. El aire afuera es espeso y pegajoso, pero se acurruca al lado de las llamas, charlando tranquilamente con su sobrina Tomomi Nakanishi. "He estado en el mar durante toda mi vida, y no importa cuán cálido se ponga, todavía siento el frío en los huesos", dice Hayashi, mirando al otro lado del promontorio en forma de tenaza. "Me encanta la tradición de calentarnos al fuego después". Parte de las últimas buceadoras de Japón, Hayashi y Nakanishi se aferran tercamente a un viejo estilo de vida.
Varias máscaras y trajes de neopreno con la goma deshilachada, única concesión de las mujeres a la modernidad, gotean acompasadamente de una barra metálica. Este escenario atemporal puede parecer muy alejado del Japón contemporáneo, pero la región de Ise-Shima, en la prefectura de Mie, está inundada de una tradición marítima, salpicada de las historias fantásticas sobre las Ama.
Estas enigmáticas mujeres del mar aparecieron registradas por primera vez en la más antigua antología de poesía japonesa, Man'yoshu, en el siglo VII. Es una leyenda, dicen algunos, que se remonta a 3.000 años. Y sobre ese trasfondo, Hayashi, una expresiva mujer de 61 años con ojos penetrantes, comienza a contar su historia.
Cuando era niña, todas las mañanas, a la luz del alba, veía la procesión de decenas de Ama casi silenciosas a través de la oscuridad del astillero, iluminadas con antorchas de bambú. Algunas estaban con el pecho desnudo, vistiendo sólo un fundoshi (taparrabos) y un tenugi (pañuelo). Saludaba a su abuela y su madre, ambas Ama veteranas, siempre preguntándose qué las atraía más allá del ondular de las olas. Cuando tenía 16 años, finalmente le pidieron que se les uniera.
Una vez en el barco, vestida de pies a cabeza con un traje tradicional de paño blanco, se sumerge en las profundidades, a veces hasta un kilómetro a distancia de la costa. Con toda la gracia y la astucia de una sirena, las piernas y los pies de punta, baja hasta 10 metros de profundidad, desapareciendo para explorar el fondo marino en busca de mariscos y algas.
Considerando la falta de equipos técnicos -sin snorkel, sin escafandra-, es difícil concebir cuántas dificultades enfrentan las Ama en los mares congelados y en medio de las peligrosas corrientes. Los accidentes se han convertido en una forma de vida, los encuentros con tiburones no son desconocidos y siempre hay un frío cortante. Con los años, cuenta Hayashi, ha perdido muchas buenas amigas.
La clave, explica, no es el tiempo que una Ama puede contener la respiración, sino la rapidez con que pueda cazar. Por debajo de las olas, a veces por espacio de dos desgarradores minutos, la Ama necesita ser decidida y eficiente. En sus buenos tiempos, dijo, volvía a la orilla con un botín de cubos de madera rebosantes de abulones, erizos de mar, caracoles, langostas y pulpos. Mientras que la Ama original buscaba ostras de perlas brillantes, una buena temporada de crustáceos podría dejar hasta 27 millones de yenes (US$263.000). Se daba por hecho que una hija seguiría un día a su madre en el mar. Pero hoy el zumbido del puerto ha desaparecido. Aunque las Ama que todavía siguen esa antigua tradición continúan tras el ideal de encontrar libertad y fraternidad en las olas abiertas, su número es cada vez menor.
Hayashi y Nakanishi están empezando a aceptar el hecho de que es muy posible que ellas sean las últimas de su generación. Sus hijas no están interesadas y la edad promedio en su comunidad de buceo alcanza los 65 años. Increíblemente, la más buceadora más anciana, Ise-Shima, tiene más de 80 años. La pregunta es: ¿cómo pueden estas cazadoras-recolectoras sobrevivir en una sociedad moderna como Japón? La cantidad de Ama se ha reducido tan drásticamente que ahora hay menos de 2.000 practicantes; 8.000 menos que en los días de su apogeo, después de la Segunda Guerra Mundial.
Y esa cifra sigue cayendo. En la bahía de Ago, el epicentro de la fabulosa leyenda de las Ama, solo quedan 25. Otras ciudades costeras están pasándola igual de mal. "Es un vaivén emocional que tu mundo esté desapareciendo", dice Hayashi, con un agónico lamento en su voz. Necesitamos más mujeres Ama para que nuestra tradición no muera. ¿Pero de dónde van a venir? Eso me da mucha tristeza"
El problema es que pocas jóvenes japonesas ven los beneficios. Bajo la presión de las decrecientes poblaciones de mariscos, el comercio no es tan lucrativo como lo era antes, y los empleos en Osaka, Nagoya y Tokio son mucho más atractivos. En un mal día, una jornada de buceo libre puede dejar tan poco como unos 2.000 yenes (US$19,50), escasa recompensa por arriesgar la vida. Las Ama también se han convertido en víctimas de la pesca comercial, que continúa reduciendo drásticamente las reservas disponibles.
Antes eran ostras, ahora son moluscos y mariscos. Pero cada vez sacan menos dinero. El altamente cotizado abulón se paga en el mercado a unos 10.000 yenes (US$97,48) por kilogramo, pero en un intento por estimular la regeneración de reservas y salvaguardar los niveles sostenibles de moluscos, las regulaciones gubernamentales continúan restringiendo su explotación cada año, impidiendo con frecuencia a las Ama buscar los alimentos en demanda.
Aun así, la salvación de las Ama puede ser su propia historia. En el último año, cuatro tradicionales ama-goya, cabañas rústicas donde las buceadoras se relajan y socializan, se han abierto a los turistas, y veteranas como Hayashi cocinan mariscos capturados a mano para los huéspedes. Alguna vez fue extremadamente raro verlas por dentro, y estas rudimentarias cabañas de playa ofrecen una ventana a un clandestino y antiguo modo de la vida.
Por ahora, sin embargo, Hayashi dice que esta nueva iniciativa simplemente ha fortalecido su determinación. "Me encanta mi trabajo y no lo cambiaría por nada en el mundo", concluye, con un brillo optimista en sus ojos. "Mientras esté sana y feliz, tengo por lo menos otros 20 años más en mis pulmones y piernas. Así que voy a seguir el buceo. Es que nací para eso".
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