LA PESCA POR EL MUNDO (Destinos de Pesca Continente África)


Cabo Verde, es una república independiente perteneciente al continente africano y situada en el Océano Atlántico frente a las costas de Senegal, en el archipiélago volcánico macaronésico, compuesto de diez islas grandes y cinco menores, algunas de ellas deshabitadas, la capital es Praia en la isla de la Sal, solo disponen de dos aeropuertos uno en la capital y otro en San Vicente.


Las Islas son de origen volcánico, su mayor parte es montañosa y escarpadas, cubiertas de cenizas volcánicas, por lo que hay muy poca vegetación. El clima es seco y caluroso, con una media de temperatura de 20/25 °C. El viento está presente en estas Islas prácticamente todo el año, disminuyendo ligeramente en los meses de verano.


Vida pesquera en Cabo Verde. -
En una sociedad cada vez más tecnológica, donde nuestro día a día está condicionado por los dispositivos electrónicos, hay quienes desearían la vuelta de las costumbres perdidas, esos hábitos que, aunque pequeños, significaban tanto. De ahí que muchos viajeros opten con frecuencia por esos destinos de vida sencilla y tradicional, en los que hasta la cosa más nimia es todo un espectáculo. La vida pesquera en Cabo Verde es una de las facetas más características de este archipiélago y uno de sus grandes atractivos.


La vida pesquera en Cabo Verde es esencia. -
Viajar a este país supone casi una vuelta a nuestros orígenes, a unas formas de vida marcadas por las tradiciones, aquellas que los caboverdianos se niegan a perder. La pesca es, de hecho, una de ellas. Podríamos decir que Cabo Verde es música, es color y hospitalidad. Pero también este archipiélago conformado por 10 islas y 3 islotes es pesca. Y es que la vida pesquera en Cabo Verde es algo intrínseco. Desde el día en el que aterrizas por primera vez hasta el día en el que te marchas, observas que es una parte muy arraigada al país. No en vano, desde su independencia en el año 1975, una de las medidas para impulsar la economía del país que se adoptó tiene que ver precisamente con el fomento de la pesca. Es más, se trata de uno de los principales medios de subsistencia del país caboverdiano.


La pesca está presente en cada isla, así que ver a los pescadores faenar es una experiencia que no te puedes perder. Una de las estampas más típicas sobre la vida pesquera en Cabo Verde tiene como escenario la playa de Tarrafal, en la isla de Santiago, donde se ubica Praia, la capital del país. Tarrafal es una pintoresca aldea de pescadores cuya playa sirve de aparcamiento para sus barcos de pesca. Si tienes suerte, podrás presenciar el momento en el que los trabajadores del mar atracan en la costa para descargar sus capturas antes de llevarlas a la lonja.


Tradición y experiencia. -
Pero la isla de Santiago no es la única donde sumergirse en este ambiente tan auténtico. Las islas de Sao Nicolau, San Vicente o Santo Antao son verdaderos tesoros en bruto para los pescadores. En concreto, la isla de San Vicente se considera un destino excepcional para la pesca del marlín azul, una especie que puede llegar a medir hasta 3 metros. ¿Te imaginas salir a faenar con los pescadores locales durante tu viaje?


La gastronomía, muy influenciada por la vida pesquera en Cabo Verde. -
El ambiente pesquero que se vive en la costa caboverdiana no solo es para disfrutar con los ojos, sino también con el estómago. Como no podía ser de otra forma, en la gastronomía caboverdiana predominan los pescados y mariscos. Así, encontramos delicias de mar como pulpo, langosta, caballa o bacalao que se acompañan con guisos, arroz o patatas. ¡Para chuparse los dedos! El archipiélago es un destino que no deja a nadie indiferente. La vida pesquera en Cabo Verde es solo uno de sus muchos reclamos.


Vida pesquera en Cabo Verde
: sumérgete en sus tradiciones. -
En una sociedad cada vez más tecnológica, donde nuestro día a día está condicionado por los dispositivos electrónicos, hay quienes desearían la vuelta de las costumbres perdidas, esos hábitos que, aunque pequeños, significaban tanto. De ahí que muchos viajeros opten con frecuencia por esos destinos de vida sencilla y tradicional, en los que hasta la cosa más nimia es todo un espectáculo. La vida pesquera en Cabo Verde es una de las facetas más características de este archipiélago y uno de sus grandes atractivos.


Tradiciones centenarias que marcan una esencia. -
La pesca está presente en cada isla, así que ver a los pescadores faenar es una experiencia que no te puedes perder. Una de las estampas más típicas sobre la vida pesquera en Cabo Verde tiene como escenario la playa de Tarrafal. Esta se ubica en la isla de Santiago, donde se encuentra Praia, la capital del país. Tarrafal es una pintoresca aldea de pescadores cuya playa sirve de aparcamiento para sus barcos de pesca. Si tienes suerte, podrás presenciar el momento en el que los trabajadores del mar atracan en la costa para descargar sus capturas antes de llevarlas a la lonja.


Tradición y experiencia. -
Pero la isla de Santiago no es la única donde sumergirse en este ambiente tan auténtico. Las islas de Sao Nicolau, San Vicente o Santo Antao son verdaderos tesoros en bruto para los pescadores. En concreto, la isla de San Vicente se considera un destino excepcional para la pesca del marlín azul, una especie que puede llegar a medir hasta 3 metros.


La gastronomía, muy influenciada por la pesca. -
El ambiente pesquero que se vive en la costa caboverdiana no solo es para disfrutar con los ojos, sino también con el estómago. Como no podía ser de otra forma, en la gastronomía caboverdiana predominan los pescados y mariscos. Así, encontramos delicias de mar como pulpo, langosta, caballa o bacalao que se acompañan con guisos, arroz o patatas. ¡Para chuparse los dedos!


Modalidades de pesca para practicar en Cabo Verde. -



Jigging. -
Para practicar jigging durante 5-6 horas seguidas hay que venir un poco preparado físicamente, es una modalidad que da muy buenos resultados y quizá las capturas más espectaculares, pero requiere de un esfuerzo físico más alto que en cualquier otra modalidad. Utilizamos señuelos hechos de plomo (jigs), de entre 90-110-150 gr, que imitarán un movimiento errático con la silueta de un pez. De estos jigs se cuelgan uno o dos anzuelos (assist hook).


Se dejan caer hasta el fondo y una vez abajo, se cierra el carrete y se suben dando tirones, haciendo que la natación del jig sea lo más errática posible, para llamar la atención de los peces que habitan en cualquier capa de agua, ya sean de fondo, de media profundidad o de superficie. Se utilizan equipos de acción media, hasta 150gr con carretes de tamaño medio como el Penn Spinfisher 5500 y 7500 o el Penn Slammer III 5500 y 7500 por ejemplo. Las líneas empleadas son líneas de trenzado sólido de entre 60-80lb con un bajo de fluorocarbono de 3 metros de unas 100lb.Para esta modalidad hay que traer el material propio de cada pescador o bien se puede alquilar una vez en la isla por 50 € por día/equipo/pescador.


Jig casting. -
Cuando pescamos a jig casting, lanzamos jigs de 40-60gr máximo, lo más lejos posible de la embarcación y recogemos dando tirones cortos a la caña pero muy rápidos. Así, consiguiendo que el jig nade erráticamente sobre los 20 primeros centímetros de profundidad, casi en la superficie del agua. Es una de las modalidades más divertidas que podemos practicar en Sal, además de ser la que más capturas rápidas proporciona.


Se utilizan equipos de Spinning medio, con cañas de 2,40m de acción 20-60gr como máximo y carretes de bobina fija de tamaño pequeño tipo Penn Spinfisher 3500 y 4500, Penn Conflict 3000, Penn Slammer III 3500, Penn Battle 3000 o 4000 por ejemplo. Para esta modalidad hay que traer el material propio de cada pescador o bien se puede alquilar una vez en la isla por 50 €/día/equipo/pescador. Alquilando este material junto con el equipo de jigging podréis beneficiaros de un descuento!


Shark drifring. -
¿
Os gustan las películas de terror? Bien, pues sin duda el shark drifting es vuestra modalidad. Se busca una zona con aguas someras, más bien cerca de la orilla, frente a alguna playa solitaria o acantilado tenebroso, se fondea la embarcación y se empiezan a cebar, lanzando despojos de otros peces para atraer la atención de los tiburones que ronden por la zona. Mientras el cebado empieza a hacer su función se practica bottom fishing.


Se deja caer al fondo una caña con un gran trozo de alguna captura de otro día que ha sido congelada previamente o se intenta conseguir algún pez fresco de cebo y un gran anzuelo, a la espera de que pique un tiburón que en ocasiones puede rondar los 200-300kg. Cuando pica comienza un combate entre pescador y tiburón épico, duro de lidiar y en el que muchas ocasiones pediréis que alguien os substituya porque vuestros brazos no dan más de sí. En esta modalidad se practica 100% captura y suelta y tanto los equipos como el cebo están incluidos en el precio de la salida, vosotros solo tendréis que llevar muchas ganas de guerra.


Bottom fishing. -
El bottom fishing en España se la conoce como pesca “al toquet” o “pesca de fondo” o “a fondeada”.Apta para todos los públicos ya es una modalidad divertida, entretenida y que no requiere una gran preparación física como el jigging o el shark drifting. Se fondea la embarcación y cada pescador tiene una caña en sus manos con tres o cuatro anzuelos seguidos de un plomo. En los anzuelos se pone carnada y se dejan caer hasta el fondo, donde sin dejaros descansar ni un segundo comenzaremos a sentir las primeras picadas.


Son capturas de tamaño pequeño y mediano, llegando excepcionalmente en alguna ocasión a los 3-4 kg. Es fácil y recomendada para los más pequeños y los más mayores de la familia. Para esta modalidad el precio ya incluye todo el material y cebo necesario, no necesitáis llevar nada a la embarcación…bueno si, muchas ganas de divertiros. Y si os veis con más ganas de partiros la espalda, os recomiendo el jigging.


Trolling. -
“Cacea” o “currican» en España, el trolling es una modalidad en la que se utilizan equipos más bien pesados. Con cañas de gran libraje y carretes de bobina giratoria que se usan colocados en sus correspondientes cañeros, repartidos por la popa de la embarcación. De estas cañas, cuelgan unos señuelos de gran tamaño, que se sitúan a unos 50 m aproximadamente de la popa de la embarcación y se arrastran a una velocidad de 4-6 nudos, hasta que levantamos la curiosidad de uno de los muchos pelágicos que habitan las aguas de isla de Sal y se lanza a morderlo.


A partir de ahí comienza el combate entre pescador y pez que termina con el izado de la captura a bordo. Para esta modalidad, el charter pone todo el equipamiento a vuestra disposición gratuitamente. En el caso de una jornada de 8 horas pone a vuestra disposición un pequeño almuerzo.


Big game. -
La modalidad de Big Game es una de las muchas que practicamos en isla de Sal. El Big Game se practica igual que el Trolling con algunas diferencias. Se navega a más velocidad, unos 6-8 nudos, se utilizan señuelos más grandes y más costosos que los que se usan para trolling, las especies que se persiguen, sobremodo el marlín, son muy desconfiados y se necesitan más horas para su captura. En una salida de trolling se suelen necesitar 4 horas como mucho para regresar con éxito a puerto, sin embargo, a Big Game suelen emplearse salidas de 6-8 horas, pero las capturas que se consiguen son más grandes y más representativas dentro del mundo de la pesca deportiva.


Deep night jigging. -
Si te gusta el suspense, el deep jigging y los combates extenuantes, la nocturnidad y el caos, no puedes pasar por Cabo Verde sin intentar dar caza a uno de esos demonios de la oscuridad. Se les persuade a jigging, con jigs de entre 200 y 300 gr y con movimientos muy suaves y lentos, en medio de la más absoluta oscuridad en mitad del más puro Atlántico. En cuanto aparecen en nuestra sonda, no se hacen de rogar y las picadas son casi automáticas. El combate es extraordinario hasta que llega a la superficie donde hay que tratar de cogerlo a oscuras, ya que, de enfocarle con cualquier tipo de fuente luminosa, este se retorcerá y comenzará a dar coletazos a diestro y siniestro para huir, causando un caos en toda regla…y como te comenté al inicio…si te gusta el caos, este es tu pez.


Sao Vicente
(Cabo Verde). -
Sao Vicente es una de las islas que compone Cabo Verde, archipiélago localizado en el Océano Atlántico frente a las costas de Senegal. Su localización cercana al ecuador y “lejos de tierra” permite a estas islas contar con vida tropical, así como garantizar el encuentro con pelágicos. Y a un precio muy competitivo.


Es conocido el buceo en la isla de Sal, la principal del archipiélago, sin embargo, en Sao Vicente y las islas más al oeste, la escasa presencia de la industria del turismo, y su cercanía al Atlántico abierto, permiten que el buceo sea una experiencia muy sorprendente, donde la cantidad no desmerece a la calidad de las especies.


Tu primer acercamiento puedes hacerlo a través de un Dive Travel Show, donde el propietario del único centro de buceo de la isla, Dive Tribe, te convencerá para probar su buceo tras incluir pez rana y tiburón ballena en el paquete. El volumen de los bancos de peces te hará recordar Indonesia, de hecho, en algunas de las cuevas en las que bucearas, tendrás casi que retirar a los peces con las manos. Realmente increíble.


El mismo centro de buceo ha abierto hace pocos meses una base en la isla más cercana a Sao Vicente, Santo Antao, ubicada más al oeste. Esta isla está prácticamente virgen y tiene menos pesca que Sao Vicente, por lo que el abanico de especies se multiplica aún más, si cabe.


En la isla, como antigua colonia portuguesa, se habla en portugués. Es fácil comunicarse con ellos en inglés, y en el centro de buceo, el base leader habla perfecto español, aunque la mayoría de los briefings se hacen en portuñol/inglés.


Cómo llegar. -
Dos posibilidades, ambas con escala en Lisboa. Hay vuelos diarios con TACV, las aerolíneas caboverdianas, pero tienes que llegar a Lisboa por tu cuenta, normalmente con malas conexiones que te obligan a pasar allí una noche. Desde hace unos meses, TAP tiene un vuelo de conexión bastante cómodo, haciendo que en total el viaje no supere las 6-7 horas, incluyendo la conexión. El aeropuerto de destino está en Mindelo, capital de Sao Vicente.


Alojamiento. -
El único centro de buceo de la isla está en las instalaciones del hotel Foya Branca, que también es el que oferta mayores comodidades. La tarifa no está mal, y el menú de desayuno es continental. Si vas a bucear, es mejor no contratar todo incluido, porque el horario no es compatible, aunque te avanzo que el servicio, tanto en este hotel como en los demás lugares es lento. Las cenas también son buffet, así que la media pensión puede ser una buena opción. Adicionalmente, el centro de buceo tiene otra base en el puerto de Mindelo, la comunicación con el hotel se hace mediante furgonetas que gestiona Dive Tribe.


Equipo. -
El agua está normalmente a una media de 23º-25º, la mejor época para bucear es entre octubre y diciembre, las temperaturas del agua son más altas. Te recomiendo, en cualquier caso, no menos de un 5mm. A nivel fotográfico, vas a encontrar tanto gran cantidad de vida pequeña como grandes peces y pelágicos, así que incluye todos los objetivos que tengas, ¡¡no vas a desaprovechar ninguno!!


Estilo de viaje. -
Se puede organizar un viaje en grupo como en pareja, ya que Dive Tribe suele dividir en grupos de 4 a los buceadores durante las inmersiones, para que no se amontonen bajo el agua.


Tipo de inmersiones. -
Las inmersiones son todas fantásticas. En general, suelen tener un perfil muy similar, comenzar alrededor de 20-22 metros y ascenso lento que permiten un mínimo de 60 minutos de fondo. No suele haber grandes corrientes, aunque todas las inmersiones son caribeñas, no es preciso volver al cabo.


Normalmente, se realizan 2 inmersiones al día, seguidas. De hecho, en la mayoría de los casos, el intervalo en superficie se hace en las playas cercanas a los puntos de buceo. A las 2 de la tarde, estás de vuelta en el hotel. Existe también la posibilidad de contratar tres inmersiones, en ese caso son seguidas las tres. En cualquier caso, la hospitalidad es una de las características de este lugar, y se adaptan bastante bien a los grupos.


La variedad de las inmersiones es grande. -
Cerca de Mindelo hay un pecio, que está en una zona de arena y puede encontrarse alguna corriente durante la bajada por el cabo, pero una vez en el fondo tiene suficiente casco como para poder resguardarse. El pecio se llama “Macario”. En estas islas hay muchos barcos que abandonan las navieras por ser ya inútiles para la pesca y el transporte, por lo que es probable que vayan preparándose algunos para futuros pecios.


Existe la posibilidad de realizar una inmersión pseudo-muck diving, y está garantizado ver al menos 3 especies distintas de pez rana, el punto se llama “Mr. Frog” y está localizado en una esquina del puerto de Mindelo. Hay muchísima basura, suele tener mucha luz y la máxima profundidad a 11 metros. Imprescindible si te encantan los ranas, si no, lamento decirte que es difícil que veas otras cosas… En “Shark Point” hay muchísimas posibilidades de encontrarte con tiburones, principalmente enfermeros.


Relato de Pesca por mero
(Pintarroja). -
Después de dos años dándole vueltas a nuestro viaje a Cabo Verde al fin lo hemos hecho, el pasado mes de Octubre salimos rumbo a Santo Antao. Llevamos meses pensando y preparando los señuelos, jig, muestras de slow, vinilos y como no podía ser de otra forma nuestros inchikus artesanales, que una vez más probaron que también son eficaces en estas aguas.


Al ir cinco pescadores llevamos un megatubo de pvc para transportar las cañas del grupo, dos o tres por cabeza con algunas de una sola pieza de casi dos metros. El transporte del tubo exigía su logística ya que además cada uno llevaba su mochila y su maleta, en ellas los carretes con los tres o cuatro kilos de señuelos que cargábamos cada uno.


En el aeropuerto con el tubo tuvimos los primeros incidentes, volábamos con TAP, compañía en la que nos movemos a otros destinos y en la que normalmente si sacas el billete con dos maletas de veintitrés kilos cada una te dejan sustituir una maleta por el tubo de cañas, esta vez no el tubo lo consideraban equipamiento deportivo y nos hicieron pasar por caja, cien euros más para poderlo llevar. Salimos de Oporto camino a Lisboa donde cogeríamos el enlace con San Vicente.


El vuelo a Lisboa se retrasa ya en la salida, donde nos tienen casi media hora en la pista, en el aire recuperó parte del tiempo perdido pero al llegar, continúan los problemas, la puerta delantera no abre y nos hacen bajar a todos por la trasera y al autobús, de camino a la terminal se mete en un atasco que nos hace perder media hora más y por si esto fuera poco nos dejan en una puerta que estaba cerrada, con lo que hubo que esperar a que viniese alguien a abrir y todavía quedaba pasar el control de pasaportes, en resumen no llegamos al enlace con San Vicente.


Nos cambiaron el billete para el siguiente día, noche en Lisboa y perdida de una noche en Mindelo con medio día de pesca. Salimos para San Vicente sin más incidencias, al llegar al aeropuerto cuando bajamos la escalerilla, un viento de unos treinta nudos nos daba la bienvenida, tras los tramites de visado y control de pasaportes nos dirigimos a la marina antigua donde nos esperaban nuestro patrón y el marinero, saludos, presentaciones, carga de maletas, tubo, cervezas y pregunta obligada, ¿íbamos a salir con ese viento? a lo que respondieron, sin problemas esto aquí es normal, antes de salir tomamos unas cervezas y comimos algo en el bar flotante de la marina, ya con la ilusión de que por fin estábamos allí y que saldríamos.


Con el tiempo nos daríamos cuenta de que si aquí no sales porque hace viento casi no podrás salir nunca. El barco unos once metros curtidos ya en mil batallas se defendía sin problema con las fuertes rachas de viento, los borreguillos y las olas, nosotros con las ganas de empezar a pescar éramos optimistas pero la realidad era que, aunque íbamos con las cañas de curricán largadas con semejante ventarrón solo haríamos la travesía hasta Tarrafal en Santo Antao.


Al girar al sur de la isla de Santo Antao se hizo la calma, protegidos del viento, no llevaron a dos o tres puntos para que probásemos a jigging pero personalmente pienso que era más un entretenimiento que otra cosa. Estábamos en la ensenada de Tarrafal, protegida del viento y allí es donde fondearía nuestro barco durante los tres próximos días.


Para desembarcar nos venían a buscar desde la orilla con una especie de cayuco, a remo y había que desembarcar en un hueco de arena y piedras que se veía en la orilla, la arena y las piedras eran negras y al pisarlas te hundías casi hasta la rodilla, lo que hacía el desembarco algo laborioso, sobre todo si vas con mochilas y maletas. El carácter cordial de la gente solventaba cualquier problema, si hoy había alguna incidencia mañana ya la tenían resuelta. Si alguna vez necesitáis una cura para el estrés este es el lugar idóneo, nunca hay prisa para nada, no hay nada que hacer y siempre con una sonrisa.


En tierra nos esperaba nuestro transporte, un pickup con más de veinte años, de dos plazas, con cuatro dedos de tierra por todos lados y en vez de limpias le habían puesto dos calcetines para no rayar el parabrisas. Estaba claro maletas y pescadores a la caja del pickup, camino de tierra por donde transitaban coches, personas, gallinas y cabras. Como es típico en estos lugares te va saludando todo el mundo, el camino transcurría entre el mar y las casa que en su mayoría eran de bloques y daba la sensación de que muchas estaban sin terminar, esto es África y para ellos es normal.


Todos los carteles de los locales eran un tablón en el que a brochazos habían puesto el nombre, Mercería la Moderna, Bar… En diez minutos escasos estaríamos en el Hotel. Situado al final del camino en una tercera planta, por supuesto sin ascensor, estaba nuestro alojamiento, cinco habitaciones individuales con baño. Sorprendente, teniendo en cuenta donde estábamos, nada mal, limpia y amplia habitación, Wifi y cervezas frías. La ducha con poca presión y solo agua fría que se agradecía, teniendo en cuenta los más de treinta grados a los que estábamos.


Tras la ducha reparadora y varias cervezas, llego la hora de la cena por supuesto era en el hotel, dudo que en toda la aldea exista otro lugar en la que nos la preparasen. Cenamos con la tripulación para organizar la pesca en los próximos días. Cena abundante todos los días estaba compuesta de tres platos y postre, primero una crema de verduras, segundo pescado y tercero pollo, acompañado de arroz, patatas cocidas y ensalada, de postre frutas o helado, solo había un pequeño problema, que salvo el postre todo estaba condimentado con cilantro, que como sabréis hay quien lo adora y quien la aborrece y en nuestro grupo dos lo aborrecíamos, si alguna vez os decidís a ir y no os gusta, hay que pedir que no le pongan «coentro«.


En la charla con el patrón nos recomendó salir por la mañana temprano para ir al Banco de Galicia, unas montañas submarinas que subían desde los novecientos a los treinta metros y que estaban a unas veinte millas de distancia, iríamos haciendo curricán y luego allí podríamos practicar algo de jigging, no pareció buena idea y así quedamos, a las seis de la mañana en el barco.


Cinco y media, desayuno, a menos cuarto pickup, cayuco por las piedras de la playa y al barco. En marcha, largamos las cañas de curricán, dos con artificiales Halco de dieciocho centímetros, montadas con hilo de acero y otras dos con pulpos de superficie de gran tamaño en los tangones para los marlines azules. Los equipos eran de buena calidad, dos carretes Tiagra de cincuenta libras y otros dos carretes Tiagra de ochenta libras, con sus cañas a juego. Lo que nos sorprendió era que solo llevábamos esos dos artificiales Halco y que de los pulpitos para el Marlín solo llevásemos otro de repuesto y ninguno más. En fin, ahora ya no hay solución y en el pueblo donde hacemos base, ni que decir tiene que de tienda de pesca nada.


El mar estaba duro, aquí no hay donde refugiarse, estamos en mitad del Atlántico, el mar lleno de borreguillos y las olas zarandeando el barco durante las tres horas que tardamos en llegar al banco. Cuando llegamos, había un barco de pesca profesional y alucinante, dos cayucos con motores de quince caballos y cuatro de tripulación, preguntamos al patrón y nos dijo que eran del pueblo que estaba más al norte de donde estábamos nosotros, que iban hasta allí todos los días y que incluso si el mar estaba bien dormían en la embarcación.


Nos acercamos a ellos y comenzaron las picadas, petos o wahoos como los llaman aquí y los atunes de aleta amarilla picaron durante unas dos horas, nos turnábamos en la recogida de las cañas y entre los que sacamos y los que se soltaron hubo diversión para todos. Con la moral más alta por la cantidad de piezas, el patrón propone probar a jigging, la verdad yo no lo tenía nada claro, ¿con aquel viento y con aquellas olas, como pretendía pescar a jigging?.


Pues dicho y hecho, con las cañas ya preparadas del día anterior nos dirigimos a unas piedras que conocía dentro del banco, yo creo que lo intente un par de veces, pero en los noventa metros de profundidad, con un jig de doscientos gramos, ni manteniendo el barco conseguías pescar medio en vertical, alguno de mis compañeros siguió intentándolo algo más de tiempo, pero era inútil, el jig se iba cientos de metros derivando por la popa y así no funciona. Con ese mar era imposible. Volvimos al curricán, ya sin éxito y emprendimos nuestro camino de regreso, nos esperaban otras tres horas.


La falta de potencia en el motor nos hacía perder demasiado tiempo entre ir y venir, era una paliza con este mar pensar en que mañana tendríamos más de lo mismo otras tres horas de ida, seis horas de pesca en el banco y otras tres horas de vuelta. Solo nos consolábamos pensando que mañana la previsión era mejor y que al menos las piezas eran de buen tamaño. Hoy cenaríamos uno de los atunes capturado, una pieza de unos siete kilos y por supuesto pedimos que lo preparasen sin cilantro, solo a la plancha con sal y aceite, algo delicioso.


Volvimos a preguntar al patrón si conocía algún otro punto donde pudiésemos pescar al abrigo de la isla y a menos horas de distancia, a lo que nos contestó que no, el mejor lugar para pescar era ese. uno del grupo decidió que se quedaría en la aldea y los demás nos resignamos a recibir la paliza que sabíamos que nos esperaba. De nuevo a las seis de la mañana al barco, en el trayecto del hotel al cayuco vimos igual que el día anterior que había gente que dormía en la playa entre las piedras cubiertos con unas sabanas y unas toallas, vivían allí.


Nada más salir con las cañas de curricán largadas tuvimos la primera picada, un marlín azul que entro a una de nuestras muestras y que se soltó antes de empezar la batalla, debió ser para animarnos porque igual que el día anterior no pico nada hasta llegar al banco de Galicia, un peto en una de las cañas de marlín, solo se notaba peso porque con la potencia del carrete y de la caña apenas presento lucha. Hoy no fue como ayer los peces no estaban por la labor, a curricán no hubo más picadas, con el mar ligeramente más tranquilo nos dispusimos a probar a jigging.


Hoy por lo menos se podría intentar pescar, nos llevaron a unos bajos donde las serviolas nos picaban constantemente, subimos bastantes piezas y otras muchas se soltaron por el camino, pero al menos fue divertido mientras duro, no había grandes ejemplares, pero si muchas picadas, las serviolas mayores estaban en torno a los seis kilos.


El banco de Galicia tiene dos picos separados entre sí por unas cinco o seis millas, estábamos en el pico del norte y fuimos a probar a la cabeza del sur, entre una y otra, más curricán con una sola picada cuando llegábamos, mas jigging, lo intentamos un rato más con escasos resultados, dos o tres piezas más y muy pocas picadas. Solo nos esperan las tres horas de regreso que entre charlas y cervezas las íbamos llevando. Los delfines nos acompañaban gran parte del camino lo que nos entretenía durante un buen rato. Al llegar nos esperaban los tripulantes del cayuco para llevarnos a tierra, pickup al hotel, cervezas, ducha y cena.


Hoy la salida ya sería con las maletas puesto que por la tarde al terminar la jornada de pesca dormiríamos en Mindelo. A las seis de la mañana estábamos un día más en el barco. Largamos las cañas de curricán y rumbo al canal que hay entre San Vicente y Santo Antao, este canal dice que es una zona de paso de los marlines, cuando llevábamos cerca de dos horas navegando oímos la carraca de uno de los carretes y vemos saltar allí atrás, un marlín azul, actividad frenética, uno a la silla de combate, recoger el resto de las cañas, enganchar el arnés al carrete, encender las cámaras de vídeo y comenzar la batalla.


En los primeros tirones se llevó casi doscientos metros de línea y allá a lo lejos por la popa se veía saltar al bonito animal intentando liberarse, el patrón con los motores atrás intentaba facilitar la recogida de línea para ir acercándolo al barco, en las primeras carreras era imposible recuperar ni un metro de hilo, pero tras varios minutos de sacar hilo fue cediendo y rindiéndose a la resistencia del freno del carrete y a la potencia de la caña, el marinero se puso los guantes para coger el leader cuando estuviese a su alcance.


Un magnífico espectáculo ver a un pez de ese tamaño saltar fuera del agua con su pico sacudiéndolo a un lado y a otros, tras treinta o cuarenta minutos ya lo teníamos al costado, sin sacarlo del agua, le quitamos el anzuelo, lo oxigenamos para que se recuperase del combate y lo liberamos, el animal sin prisa se fue lentamente hacia el fondo nadando lentamente.


Con el ánimo por las nubes dijimos y ahora un poco de jigging, en unos bajos comenzamos con los tirones, tan solo nos dio tiempo a sacar un par de piezas, un viento de más de veinticinco nudos nos recordaba que aquí esto es lo normal. Aunque lo seguimos intentando durante un par de horas en distintas localizaciones era inútil los jig de doscientos gramos no llegaban al fondo. Decidimos regresar a puerto porque el mar se había vuelto a levantar.


A nuestra llegada a Mindelo ya en el puerto, izaron la bandera con el símbolo del marlín azul que es el distintivo de que habíamos pescado uno de estos bonitos peces, despedida a nuestro patrón y marinero, descarga de todo el material, cervezas y para el hotel que se encontraba a unos trescientos metros del puerto.


Paseamos un rato por Mindelo, una bonita ciudad llena de vida que nos recordaba que ya estábamos volviendo a la civilización. Cena en una terraza frente al mar como despedida de este viaje y al día siguiente sin más incidentes tomaríamos primero un vuelo a Lisboa y de allí a Oporto. Ya casi estábamos en casa, solo nos quedaba una hora en coche para finalizar la salida.


Conclusión
, es un buen lugar para pescar, pero el viento sopla habitualmente, si vas pensando en ir al curricán en la temporada del marlín puedes tener días memorables, si quieres pescar a jigging dependerás mucho del viento y en demasiadas ocasiones no podrás practicarlo, si llevas cañas de spinning en el banco de Galicia con los petos y los atunes puedes alucinar. Cuando contrates el barco pide un barco que pueda navegar como mínimo a doce nudos o más para evitar la paliza de las seis horas de trayecto. Lleva señuelos para todo lo que quieras practicar, incluso de curricán, te puede pasar como a nosotros que en el barco solo había dos artificiales que eran los que estaban en el agua, si los perdías no había más y tampoco sitio donde adquirirlos.

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