A nuestros ojos parecen extravagantes, pero son uno de los mejores ejemplos de adaptación a un medio hostil, caracterizado por la ausencia de luz, unas aguas gélidas y una aplastante presión. Por ello, no es de extrañar que hace unas cuantas décadas se creía que la zona abisal de los océanos, entre 3.000 y 6.000 metros de profundidad, era un desierto sin vida.
Sin embargo, los cada vez más potentes batiscafos y robots sumergibles y los avances tecnológicos en observación submarina están descubriendo una increíble variedad de criaturas. Todo un ecosistema de 303 millones de kilómetros cuadrados de extensión está esperando a ser sorprendido en las profundidades oceánicas.
En este sentido, cada vez son más los equipos de investigación empeñados en adentrarse en los misterios de las profundidades marinas, como por ejemplo, los proyectos "Deep Scope", del Instituto Oceanográfico Estadounidense (NOAA), "Ecomar", del Ocean Lab de la Universidad británica de Aberdeen, o MAR-ECO, con sede en Noruega, dentro del Programa para el Censo de la Vida Marina.
De esta manera, se ha podido saber que el 90% de estos animales posee bioluminiscencia, es decir, la capacidad de generar luz mediante una reacción química para diversas funciones, como localizar a sus presas, distinguirse entre machos y hembras o confundir a sus depredadores. Por su parte, los que carecen de sistemas lumínicos, utilizan otros recursos, como sensores olfativos o de movimiento.
En cuanto a la manera de conseguir su alimento, se han podido encontrar desde seres que se alimentan de bacterias a otros provistos de enormes y afiladas dentaduras o estómagos extensibles para aprovechar al máximo las escasas presas de su entorno, pasando por los que aprovechan los restos de animales que llegan desde la superficie.
Asimismo, si bien hay grandes zonas desérticas, también se pueden encontrar pequeños paraísos, como los volcanes submarinos. Se trata de fuentes hidrotermales de la que surgen sustancias químicas y agua a gran temperatura, ideales para bacterias y otras formas de vida, como crustáceos, bivalvos, cefalópodos, etc.
Por su parte, las montañas submarinas parecen ser uno de los lugares preferidos de varias especies de peces abisales para reproducirse. Se cree que estos animales poseen un sentido de orientación que les sirve para llegar hasta puntos concretos donde se "citan" en grandes grupos para aparearse.
Mesusa Abisal.- Benthocodon pedunculata.- Es una pequeña medusa roja con un diámetro de alcanzar 4 cm. La multitud de tentáculos de esta criatura de las profundidades, entre 1.000 y 2.000 le permite capturar los pequeños crustáceos que conforman su dieta. Habilita a 3.500m de profundidad y se localizó por primera vez en los fondos abisales frente a la costa de California. Se encuentra en el Océano Pacífico con distribuciones conocidas en la Bahía de Monterey , California , Estados Unidos y la cuenca de San Clemente. Especies incluidas únicamente en fase medusoide
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